LA ESCUELA ALEJADA DE LA VIDA
Tumbaron la
vieja escuela y en su lugar, levantaron una escuela modernísima y preciosa.
Construida con ricos materiales, el lujo y la elegancia brillaban por todas
partes. No le faltaba nada: laboratorios, biblioteca, centros de orientación…
Sin embargo, los alumnos languidecían de aburrimiento y se sentían
extraños, como en una jaula dorada.
El director no
podía ocultar su desconcierto pues estaba convencido de que la antigua apatía
de los alumnos se debía a las pobres condiciones de la vieja escuela y pensaba
que, en la nueva todo iba a cambiar.
Un día visito
la escuela un sabio pedagogo quien, tras escuchar la queja del director, lo
llevó a una estación de trenes que contaba con todos los adelantos tecnológicos
y era una obra maestra arquitectónica pero tenía un único y gravísimo problema:
Lo habían construido lejos de las vías. Por allí no pasaba ningún tren.
-Todo muy
bonito y moderno –dijo el director-, ¿pero para qué sirve una estación lejos de
los trenes?
-¿Y para qué sirve
tu nueva y lujosa escuela si sigue lejos de la vida?
Creo que leí en una de la obras de Tony de Mello la historia de
aquel paracaidista que cayó en la copa de un árbol sin tener la menor idea de
dónde se encontraba. Antes de que pudiera zafarse de las ramas del árbol, pasó
por allí un caminante y el paracaidista le preguntó:
-¿Podría, por favor, decirme dónde me encuentro?
-Usted se encuentra en un árbol.
-¿Acaso es usted profesor?
-¿Y cómo lo ha notado?
-Porque lo que dice es verdad, pero no me sirve para nada.
Resulta también pertinente
la historia de aquel muchacho realmente habilidoso que se la pasaba siempre
inventando, reparando cosas, sacándole las tripas a los aparatos que volvía a
armar, sembrando semillas, recogiendo nidos, fabricando carritos…, y solía
decir: « Ahora tengo que dejar por largo rato el aprendizaje pues me toca ir a
la escuela».
Una
de las mayores fatalidades de la escuela actual es un alejamiento de la vida.
El mundo escolar ha hecho un mundo artificial dentro del mundo real y la
mayoría de las cosas que se exigen y se aprenden en la escuela sólo sirven para
permanecer o continuar en la misma escuela, para seguir ascendiendo en una
carrera de obstáculos que, con demasiada frecuencia, no lleva a ninguna parte.
La escuela gira y gira en un mundo irreal e intrascendente, de conocimientos
muertos, donde el saber, en vez de ser capacidad para vivir más plenamente, se
concibe como acumulación de datos inconexos, fechas, conceptos, fórmulas,
números…, recital de un rito sin sentido.
Sólo educaremos para la vida si la escuela, los programas,
los contenidos, están inmersos en la realidad y en la vida cotidiana del
alumno, su familia, el barrio, el caserío, la ciudad, el país. La auténtica
planificación parte de la experiencia, saberes, sentimientos, y necesidades de
los alumnos, de tal forma que sumerge la práctica social cotidiana de sus vidas.
Abramos los portones y ventanas de las escuelas a la vida.
Dejemos que la realidad invada los programas. No olvidemos que sólo es posible prepara
para la vida en la vida misma. No nos quejemos de la apatía de los alumnos si
el ideal de nuestras escuelas parece ser el silencio y la paz de los
cementerios.
ANTONIO PEREZ ESCLARIN. EDUCAR VALORES Y EL VALOR DE EDUCAR. PARABOLAS